Reflexiones sobre literatura fantástica

Lucy y el Sr. Tumnus, personajes de C. S. Lewis.

Lucy y el Sr. Tumnus, personajes de C. S. Lewis.

Puede ser una coincidencia, o quizás estaba escrito en las estrellas, pero parece ser que con el cambio de siglo se ha producido un renovado interés por el género fantástico. Así lo vimos durante la primera década del 2000, cuando el éxito de la saga de Harry Potter congregó larguísimas colas ante las puertas de las librerías. Además, las adaptaciones taquilleras de El Señor de los Anillos y Las Crónicas de Narnia también tuvieron algo que ver.

¿Y qué clase de fuerza es la que nos arrastra a descubrir reinos imaginarios? Para el folclorista Philip Martin, la fantasía, en su forma más inspirada, nos imbuye el sentido de que todo es posible, la ilusión de un mundo en el que creemos y por el que nos preocupamos profundamente, aunque sepamos que no es real.

La fantasía es el género más antiguo de la literatura. –George R. R. Martin

Aun así es lamentable la falta de respeto que sufre este género. Es como la oveja negra dentro del mundo de la literatura, como si a través de sus historias no se pudiera contar nada de provecho. En las tiendas no goza de etiqueta propia y suele compartir estantería con la ciencia ficción. Fuera de ellas tampoco le va muy bien. Como bien remarcó George R. R. Martin en una entrevista: «La fantasía es el género más antiguo de la literatura. Se remonta a la época de La epopeya de Gilgamesh y La Odisea de Homero. Esa gente escribía fantasía hace miles de años. Desafortunadamente en televisión, por alguna razón, la fantasía se considera un género para críos».

De hecho me atrevería a asegurar que las primeras historias de ficción pertenecen al terreno de la fantasía; leyendas sobre monstruos y dioses que se contaban alrededor del fuego en los albores de la humanidad.

Por supuesto la era moderna de la fantasía no empieza hasta el siglo XIX, cuando salen a la luz los trabajos de George MacDonald, William Morris y Lord Dunsany. MacDonald fue el primero en dirigirse al público adulto. Justificaba su decisión de la siguiente manera: «Escribo, no para los niños, sino para los que son como ellos, ya tengan cinco, cincuenta o setenta y cinco años». Morris y Dunsany usaban un estilo arcaico, propio de los mitos nórdicos, y sus relatos estaban plagados de enanos y espadas mágicas. Los dos nadaban contracorriente, pues lo que estaba en boga en aquel momento eran las novelas de aventuras ambientadas en selvas exóticas o islas perdidas.

No fue hasta el siglo XX, con la publicación de la revista Weird Tales, que el género fue tomando forma. Otras revistas siguieron su estela y catapultaron a la fama a escritores de la talla de H. P. Lovecraft o Robert E. Howard. Fueron estos baluartes del formato pulp los que dotaron a la fantasía de entidad propia.

Luego llegaron los Inklings, siendo los más notables J. R. R. Tolkien y C. S. Lewis quienes se nutrieron de las ideas de Morris y MacDonald para crear, respectivamente, El Señor de los Anillos (1954-1955) y Las Crónicas de Narnia (1950-1956). Aunque la obra de Tolkien fue bien acogida en el momento de su publicación, no se volvió popular hasta la década de los sesenta, coincidiendo con el lanzamiento de la edición de bolsillo de El Señor de los Anillos. A medida que el gusto por la fantasía se extendía en los campus universitarios, algunos escritores de ciencia ficción empezaron cambiar de bando. De hecho, es posible que el transfuguismo de autores propiciara el hermanamiento de ambos géneros.

Arwen con su séquito élfico.

Arwen, con su séquito élfico, de camino a los Puertos Grises.

A finales de los setenta, una novela de espada y brujería se coló en la lista de los mejor vendidos del New York Times. La Espada de Shannara, de Terry Brooks, demostró que un autor podía triunfar dedicándose a la literatura fantástica.

En los ochenta surgió el fenómeno de las sagas heroicas por entregas. Sí, antes ya existían obras agrupadas en trilogías e incluso heptalogías, sólo que esa práctica no se había convertido en la tendencia predominante. ¿Cuándo fue la última vez que leísteis un libro autoconclusivo de este estilo? Ahí lo dejo.

Una década más tarde aparecen los “libros tocho” personificados en las obras de Robert Jordan y Terry Goodkind (a pesar de que él diga que no escribe fantasía), y desde entonces en el género abundan las novelas densas y muy largas. Personalmente, me niego a creer que no se pueda contar algo grandioso en menos de trescientas páginas.

La fantasía, en su forma más inspirada, nos imbuye el sentido de que todo es posible. –Philip Martin

Por suerte, a principios del siglo XXI, saltan a la palestra algunos escritores nuevos, con un nicho de fans que les da la bienvenida con los brazos abiertos. Escritores como Susanna Clarke, Brandon Sanderson, Robin Hobb, Joseph Delaney o Patrick Rothfuss, que intentan alejarse de los tópicos de sus predecesores, algunos con mayor éxito que otros. Digo esto porque tengo la sensación de que apenas se ha innovado en ese campo. A grandes rasgos veo una perpetuación del viaje del héroe en casi todos los relatos, cuando no auténticos refritos de la obra de Tolkien.

Las historias cada vez son más largas; más libros, más páginas… Sin embargo eso no significa que haya mejor contenido. Tienes que hipotecar tu lista de lecturas cuando te enganchas a una saga nueva y eso suele ser un hándicap para atraer al público generalista. Me pregunto si esta moda por lo fantástico realmente insuflará aire nuevo en el género o terminará de darle la puñalada final.

16 comentarios en “Reflexiones sobre literatura fantástica

  1. No soy experta en el tema, pero en cuanto a la adherencia del género fantástico al «viaje del héroe», ¿acaso eso resta originalidad a los relatos? ¿Es un punto negativo? (además, no sé hasta qué punto el mismo género no se define, en cierta forma, precisamente por centrarse en este tipo de líneas argumentales).

    [Concuerdo plenamente con la absurda -for me- cantidad de páginas de las sagas fantásticas actuales. Sí, es una inversión costosa…]

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    • Mi problema con el viaje del héroe es que es predecible. Además, muchos creen que una historia de fantasía tiene que incorporar este patrón obligatoriamente, cuando en realidad es algo accesorio. Lo malo de la fantasía, digamos, “épica” es que suele remontarse a un pasado de leyenda. Siguiendo estas líneas es normal que salgan muchas copias malas de la obra de Tolkien, al fin y al cabo él usaba el tono heroico porque tenía la intención de crear una mitología propia que estuviera a la altura de la homérica. ¡Pero hay muchas otras formas de hacer fantasía!

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      • Estoy de acuerdo con que hay muchas formas de hacer fantasía (¡o debería!); pero, respecto a que algo sea o no predecible, no me parece un fallo en sí mismo (al menos, en lo que a gustos personales se refiere). Pienso en los remakes de cuentos de hadas; ya sé cómo va a desarrollarse el tema (más o menos), la maestría está en contármelo de forma fresca, reinterpretarlo para darle un sentido o una profundidad mayor.
        El problema, para mí, no es que sean copias: ¡es que sean malas, jajaja!

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      • Coincido contigo en que lo que realmente empobrece el género son las copias de mala calidad. Precisamente la fantasía épica está tan llena de refritos que yo ya me he decantado por otros tipos de fantasía menos explotados, como la fantasía histórica o la fantasía urbana. En la primera se entremezclan hechos históricos con sucesos mágicos o insólitos, como hace Susanna Clarke en “Jonathan Strange y el Señor Norrell”. Me parece muy curioso mezclar las Guerras Napoleónicas con el resurgir de la magia en la Inglaterra del siglo XIX. La fantasía urbana, en cambio, nos incita a explorar mundos paralelos y a romper con la monotonía de nuestras rutinas. Un gran escritor de fantasía urbana sería Neil Gaiman (“Neverwhere”, “Dioses Americanos”).

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      • ❤ Neil Gaiman. Tengo que leer más cosas suyas. Tenía a Susanna Clarke en el radar, así como a Naomi Novik, pero no he leído aún nada de ninguna de las dos.
        ¿Has leído algo interesante de steampunk? (preferiblemente standalone…) ¿Lo considerarías fantasía también?

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      • Siempre he relacionado más el steampunk con la ciencia ficción que con la fantasía, quizás porque es de esos géneros que nacen de una suposición especulativa concreta (¿qué pasaría si la tecnología a vapor eclipsara a la demás?). Lamentablemente no he leído casi nada del género, salvo algún cómic.

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      • En cualquier caso, no estarían presentes todos los estadios. La llamada a la aventura, por ejemplo, no ocurriría hasta casi la mitad del libro. Las etapas no se presentarían según el patrón acostumbrado y por lo tanto no seguirían la estructura del monomito.

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    • El Jonathan Strange que vuelve de la península no es el mismo que se fue, pasa de ser un aprendiz secundon a ser el héroe. Lo importante del viaje del héroe no es el viaje en sí, que ni siquiera ha de ser físico, si no la transformación que produce en el héroe.

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  2. El viaje del héroe es un arquetipo, por lo tanto funciona y siempre funcionará. Los arquetipos no son clichés ni se gastan con el uso, están en lo más hondo de la psique humana y siempre conectan con ella. Otra cosa es que el libro sea malo, o esté mal ejecutado, o que otros elementos de la historia sean clichés y la forma de presentar el arquetipo sea copiada y repetida, son cosas distintas.

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    • Por deformación profesional, mi concepto del arquetipo es el junguiano, más asociado a los roles de los personajes que a otra cosa. Reconozco que no me he parado a pensar en el viaje del héroe como un arquetipo, sólo como un patrón narrativo, tal como lo analizó Joseph Campbell en su día.

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      • El rol del personaje del héroe es ese viaje. Fíjate que también está relacionado con la iniciación, otro arquetipo y con la muerte para volver a nacer, tan viejo como la humanidad.

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  3. No tengo nada encontra de la novela épica fantástica; R. Jordan me encanta. Pero, admito que de vez en cuando tengo que darle vacaciones a Rand Al’thor. En realidad, la novela fantástica debería expandirse como abanico, el mismo hecho de ser «fantástica» la abre a un universo entero de cosas producto de la imaginación. No sé si esa cualidad, es a su vez el impedimento q la hace menos preciada que otros estilos. Hay cosas buenas por ahí, y están siendo ignoradas pq se buscan siempre los autores del canon.

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    • Estoy completamente de acuerdo en eso de que la novela fantástica debería expandirse y diversificarse, aunque para eso sería necesario salvar un escollo importante. El mayor problema del mercado editorial es que necesita etiquetar los productos en base a otros que ya sean conocidos por el público. Supongo que por esa razón siempre nos hablan de “el nuevo Juego de Tronos” o califican una saga como “ideal para los amantes de Tolkien”. Al final eso mutila la variedad de obras en los catálogos.

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